OPINIÓN: Las recetas que discute el mundo para acelerar la recuperación global

12-10-2010 - La crisis de 2009 todavía no se disolvió. Los países desarrollados discuten recetas para acelerar el repunte de la economía, pero las opciones que quedan en pie y sus potenciales efectos hacen dudar tanto a los políticos como a los académicos
 
El año no ha ido como se esperaba. Las autoridades pensaban que, tras prevenir la implosión económica en 2008, ahora estarían planeando la salida de las medidas de emergencia. Pero datos recientes indican que la recuperación global se está frenando tras una recuperación inicial rápida. El producto en Occidente sigue muy por debajo de las tendencias pre-2008. Europa evitó apenas una segunda crisis global cuando rescató a Grecia en mayo. Japón intervino en los mercados cambiarios por primera vez en seis años.

Charles Dallara, director ejecutivo del Instituto de Finanzas Internacionales, que representa a los bancos más grandes del mundo, advirtió que se necesitan acciones urgentes para contener la perturbadora tendencia hacia movimientos unilaterales en temas macroeconómicos, comerciales y cambiarios”, dijo esta semana.

No es un contexto auspicioso para la reunión anual de ministros de hacienda y banqueros centrales en Washington. La pregunta es si se necesitan medidas adicionales. Y, de ser así, qué herramientas quedan en la caja.

Política monetaria
El uso del poder de las autoridades en los mercados financieros para influenciar tasas de interés y el atractivo del endeudamiento, el gasto y el ahorro.

El principio: La política monetaria es la herramienta estándar para mantener la demanda lo más cerca posible del nivel sostenible de producto de una economía.

Si las tasas de interés son demasiado altas, el gasto no alcanza y deja a personas desempleadas y máquinas paradas. Las empresas en mercados competitivos pueden recortar precios y los empleados aceptan menores salarios, lo que puede llevar a la deflación - una caída generalizada en los precios.

Bajar las tasas reduce el retorno sobre los ahorros y el costo del endeudamiento, incentivando a hogares y empresas a gastar más hoy e impulsar la producción.

Pero si se necesita mayor estímulo cuando las tasas ya están cerca de cero, como en las economías avanzadas, las autoridades deben recurrir a herramientas no ortodoxas. Por ejemplo, el relajamiento cuantitativo, que implica que el banco central cree más dinero y lo use para comprar activos, como bonos de gobierno. Al proveer demanda adicional por activos, el QE puede subir su precio y hacer bajar el costo de endeudamiento de largo plazo. La meta es incentivar inversión y gasto hoy.

En un discurso en Jackson Hole en agosto, el presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke puso al tope de su lista de opciones disponibles un segundo relajamiento cuantitativo, o QE2. Un compromiso de no subir las tasas por, digamos, dos años, podría tener un impacto similar.

En la práctica: El primero en salir es Japón, que redujo simbólicamente su tasa de 0,1% a un rango entre cero y 0,1% el martes. Además, anunció un programa de QE por 5 billones de yenes (u$s 59.700 millones) con la intención de comprar una combinación de bonos de gobierno y activos del sector privado.

La Fed ha dicho que QE2 está en la agenda para su reunión de noviembre y se cree que el banco de Inglaterra también se inclina en esta dirección.

El problema: Nadie está seguro de si o cómo funcionan el QE y otras políticas no ortodoxas. Pero es probable que, a medida que las tasas largas caen a mínimos históricos, disminuya lo que se consigue con el mismo monto. Si empresas, bancos y personas deciden conservar dinero porque esperan una caída en los precios y que la economía siga débil, inyectar más liquidez a la economía tendrá escaso o ningún efecto. John Maynard Keynes describió esta situación como trampa de liquidez.

Política fiscal
Pensada para impulsar actividad e inflación, ya sea indirectamente bajando impuestos o directamente si el gobierno se endeuda para elevar el gasto público.

El principio: Por casi 40 años, se ha considerado que una buena política fiscal implica mantener niveles sostenibles de deuda pública, de modo que una generación no pase la carga de financiar los servicios de gobierno a la siguiente. La experiencia enseñó a las autoridades a evitar usar impuestos y gasto para afectar la demanda ya que es difícil hacerlo de modo oportuno, suele crear consecuencias inesperadas y resulta en un sesgo hacia déficit más altos y mayor deuda gubernamental. Pero como planteó Adam Posen del Banco de Inglaterra la semana pasada, cuando hay dudas respecto de la efectividad de la política monetaria porque las empresas y hogares no quieren tomar riesgos y creen que los precios caerán, ‘es el momento para un mayor estímulo fiscal y la política monetaria puede apoyar esas medidas‘.

En la práctica: Para lidiar con la crisis, las economías avanzadas acordaron en 2009 elevar el gasto público o recortar impuestos en 2% del ingreso nacional. Ese estímulo temporal fue visto como efectivo, pero se está agotando.

El problema: La combinación de política fiscal y monetaria puede funcionar, cuando menos, para derrotar a la deflación. Si las autoridades imprimen o crean suficiente cantidad de dinero y los gobiernos lo usan para bajar impuestos o elevar el gasto, el valor de ese dinero cae. Pero ningún país está aún en la etapa de imprimir dinero para que su gobierno lo gaste.

De los gobiernos que aún pueden usar la política fiscal, los de Alemania e Inglaterra insisten en que la reducción del déficit debe hacerse primero. Los republicanos en el Congreso bloquearán cualquier intento de estímulo de la administración estadounidense. Otro países no tienen espacio de maniobra: los incrementos previstos en la deuda de gobierno son tan alarmantes que los inversionistas no están dispuestos a prestarle a Grecia, España, Irlanda o Portugal para financiar medidas de estímulo.

Política cambiaria
Reducir el valor de la moneda de un país reduce el valor de sus exportaciones en los mercados externos y permite a sus productores competir en términos más favorables contra las importaciones. Ambas cosas aumentan el gasto doméstico e impulsan la economía.

El principio: Si un país tiene un gran déficit comercial, y una demanda inferior a la oferta, una tasa de cambio más baja es la herramienta correcta para impulsar la demanda y reequilibrar la economía hacia la producción doméstica.

Un realineamiento de las tasas de cambio globales involucra una depreciación de las monedas, como el dólar estadounidense, respaldadas por países con grandes déficit comerciales y la apreciación de monedas, como el renminbi, el yuan y las de los exportadores petroleros, con grandes excedentes comerciales. Para rebalancear de exportaciones a consumo doméstico, los países excedentarios podrían mantener la demanda en casa y aumentar las importaciones desde los países deficitarios simultáneamente.

En la práctica: Los tipos de cambio manejados no han sido parte del orden económico mundial por casi 40 años. Pero Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, dijo esta semana que “los desequilibrios monetarios son un riesgo para todas las economías (...) la cuestión de un nuevo sistema monetario está sobre la mesa”. En las últimas semanas EE.UU. ha presionado sin éxito a China para que permita una apreciación más rápida de su tasa de cambio. En tanto, Japón, Brasil, Corea del Sur y Suiza han intervenido para desvalorizar sus divisas.

El problema: Aunque a cualquier país le gustaría una salida exportadora a los problemas, no todos pueden devaluar simultáneamente ni se puede exportar a la luna. El escenario de un rebalanceo global benigno ha sido una esperanza global perenne en la última década, pero nunca ha estado cerca de materializarse. En cambio los países superavitarios, China en particular, han buscado evitar una apreciación de sus monedas y otras medidas que alienten ese rebalanceo comprando activos en dólares por miles de millones.

La política de no hacer nada
La opción preferida de muchas voces importantes en el debate económico global. Refleja la idea de que medidas adicionales son innecesarias y talvez hasta dañinas.

El principio: Luminarias como Jean-Claude Trichet (en la foto), presidente del Banco Central Europeo, insisten en que las economías del mundo han tenido un desempeño mejor que el esperado. Él anticipa que la recuperación “seguirá a un ritmo moderado, con un posible impulso subyacente‘. Cualquier ‘incertidumbre‘ restante, dijo la semana pasada al Parlamento Europeo, no resulta suficiente para considerar medidas adicionales, ya que ‘las expectativas de inflación siguen firmemente ancladas en línea con nuestra definición de estabilidad de precios”.

El grupo que aboga por no hacer nada teme que estimular la demanda simplemente cree el riesgo de elevar la inflación.

En la práctica: Esta postura prevalece dentro y fuera de los bancos centrales y es por defecto la de la comunidad internacional. También tiene adeptos en el populista (y cada vez más influyente) movimiento Tea Party en Estados Unidos, que se opone al “derroche” en nuevo gasto de estímulo.
El problema: si el diagnóstico es incorrecto y se necesitan nuevas medidas de estímulo para la demanda, hacer nada no sólo prolonga una recesión innecesaria, sino que garantiza la permanencia de sus consecuencias a medida que los trabajadores pierden sus habilidades y las empresas abandonan plantas y equipamiento.

CHRIS GILES - www.cronista.com